“En un viaje reciente a Costa Rica fui testigo de una ‘revolución’, que dichosamente no es esa clase de levantamientos que culminan con un golpe de Estado. Lo que vi es lo que se llama ‘micro-beneficio revolución’, una nueva forma mediante la cual el café el procesado y vendido y que puede ayudar a transformar la manera en la que el café es negociado para el mejoramiento de todos los que están involucrados”.
Así comienza su relato en el diario The Huffington Post, en la sección de negocios, Adam Pesce, director de Reunion Island Coffee, un tostador de café internacional “con un inflexible compromiso de calidad y sostenibilidad”, se lee en su página en Internet.
Pesce estuvo recientemente en el país para conocer de cerca cómo operan los microbeneficios cafetaleros, que han posicionado a Costa Rica como una de las potencias exportadoras de café gourmet o boutique.
Datos divulgados por el Ministerio de Agricultura, en setiembre pasado, indican que Costa Rica pasó de tener 95 firmas beneficiadoras de café en 1996, a 203 el año pasado. El mayor crecimiento lo registran los beneficios independientes.
Bien cotizado
Édgar Rojas, subdirector ejecutivo del Instituto del Café de Costa Rica (Icafé), apunta a que nuestro país ha logrado abrirse camino en el duro mercado del café internacional con una propuesta basada en la calidad en lugar de la cantidad.
Se trata de un café de altísimo nivel que se paga mejor en los mercados internacionales, en virtud de que los consumidores están dispuestos a pagar más por una taza de café cuya producción se ha hecho de manera responsable con el ambiente, pero también en lo social, explicó Francisco Mena, de la empresa nacional Exclusive Coffees.
Entre otras labores, esta firma acompaña y asesora a los cafetaleros que desean incursionar en este nicho de mercado (o a los que ya lo han hecho) a mejorar las condiciones de sus cultivos así como a lograr un posicionamiento global de su producto mediante estrategias de mercado.
Es así como hace seis años esta compañía comenzó a trabajar con 10 cafetaleros, y hoy tiene una cartera de 90, quienes producen y venden café de alta calidad, que se cultiva en zonas superiores a los 1.400 metros sobre el nivel del mar en regiones como Naranjo, Los Santos, Valle Central y Chirripó.
A modo de ejemplo, Mena comentó que mientras un quintal de 46 kilogramos de café “normal” se vende en unos $150, uno de café gourmet se cotiza a $250.
Los principales destinos de ese café boutique son Estados Unidos, Europa, Japón, Australia y Corea del Sur. Y próximamente vendrá una misión de potenciales compradores de café de Noruega a catar nuestro grano de oro.
Desde luego, Mena también enfatizó en que la producción de un café de alta calidad también requiere asumir costos elevados: desde almácigos y nutrientes hasta maquinaria y cargas sociales.
“Para competir internacionalmente nuestro reto es destacar lo que somos como país, mostrar el pedigrí que tenemos gracias a nuestra estructura social, que nos diferencia de otros países competidores. Pero también hay un reto para los productores, para que tengan sus beneficios impecables, limpios y con protocolos de producción establecidos”, indicó Mena.
Uno de estos productores es Oldemar Arrieta, quien el año pasado ganó la Taza de la Excelencia. En su beneficio Vista al Valle produce café de altísima calidad. El año pasado produjo más de 500 fanegas que se vendieron en Norteamérica y Asia.
“Para nosotros ha sido muy satisfactorio después de tanto esfuerzo”, comentó Arrieta, quien vende café gourmet desde hace un año y cuenta con el apoyo de su esposa y sus tres hijos.
Este hombre es uno de los 125 mil beneficiados (directa e indirectamente) que la actividad cafetalera deja en en el país, según cifras del Icafé.