


Pocas personas tienen la dicha de superar un accidente cerebral sin ninguna secuela. Entre esa pequeña lista está Maribelle Quirós Jara, una periodista de la Universidad Nacional (UNA) y de 46 años, quien entre diciembre y enero enfrentó una de las situaciones más complicadas de su vida.
Todo empezó el 26 de diciembre con un molesto dolor de cabeza que evolucionó en un adormecimiento de su mano derecha, una pérdida de visión en el ojo derecho y dificultad para hablar o leer.
Tras una visita a la clínica un día después, todavía sin explicaciones, terminó en el Hospital México. Fue ahí donde tras de una exhaustiva serie de exámenes para dar con su padecimiento, estando internada, los doctores detectaron que la carótida derivada izquierda no drenaba bien la sangre al cerebro, dando como resultado una isquemia producto de una oclusión (cierre completo).
“Salí en shock, yo sabía lo que eso significaba: tenía un coágulo ahí. Lo primero que uno piensa es que si ese coágulo se soltaba se iba para el cerebro y me mataba (…) Tras la junta médica llegó el doctor, me confirmó que tenía un trombo en una arteria del cerebro y señaló que era un tema de cuidado (…) Me dijo que había que hacer unas pruebas para determinar cómo se había originado el coágulo”, contó Quirós.
Pese a que ese anuncio se trajo su mundo abajo momentáneamente, Maribelle se acercó a su inquebrantable fe cristiana y se encomendó a Dios. “No tenía otra alternativa, no tenía nada más que decir (…) Quedaba mucho qué averiguar, pero el diagnóstico ya estaba hecho: había un coágulo en una arteria del cerebro”.
El anuncio de los médicos transformó su angustia en paz. Estando en el hospital recibió visitas de su esposo, sus hijos y su madre. Pasó su cumpleaños, comiendo queque y con la presencia desde afuera de sus familiares más cercanos… Siempre con el temor de que el coágulo apagara su vida.
“Cuando mis hijos me preguntaban que tenía yo les decía: un coágulo en el cerebro. Les decía que tuvieran fe, yo estaba tranquila (…) Hasta mi mamá me decía que estaba muy tranquila”, recordó Quirós, quien dijo hasta soñar con el coágulo por las noches y temer dejar a su familia.
Cambio de panorama y médicos sin respuesta
Tras casi 15 días hospitalizada, un día se levantó sintiéndose mejor y como si ‘no tuviera nada’. Pidió a los médicos una revisión por parte de los neurólogos, dando como resultado una absoluta normalidad y requiriendo un angiotac cerebral para confirmar su estado.
“En efecto, los médicos me dijeron que el coágulo estaba en la carótida derivada izquierda, la oclusión era total pero se desarrolló irrigación colateral y su cerebro está funcionando normalmente (…) Pregunté cómo con una arteria tapada mi cerebro podía funcionar normalmente y me dijeron que no tenía riesgo”, citó Quirós.
A raíz del coágulo tuvo una isquemia cerebral, sin embargo su cerebro irrigaba normalmente, algo inexplicable para los propios médicos.
“Me dijeron que podía llevar una vida normal, me mandaron para la casa tras 15 días (…) En cita, luego de tres semanas, el doctor me dijo, y eso fue lo que más me impactó, que había tenido una obstrucción de una arteria que provocó corte del paso de oxígeno al cerebro. Duró muy poco, por eso no hubo daño, si hubiera durado más pudo haber existido daño neurológico (…) Me dijo que tenía una obstrucción de arteria completa sin secuelas, para él era inexplicable”, acotó la mujer.
No tener secuelas para Maribelle es motivo de milagro, uno que atribuye a su fe en Dios y en Juan Pablo II. Para ella, este es uno de los principales motivos para ver la vida de otra manera, valorar más los pequeños detalles que verdaderamente valen en la vida.