Cuando apenas tenía 17 años empezó a labrar su sueño: ser bombero. Ahora a sus 81 años, Álvaro Escalante asegura que los valores que rigen su profesión son el secreto para el éxito en la vida.
“Si todos aplicaran los valores de nosotros: honor, disciplina y abnegación, yo ya de viejo he pensado que ojalá todos los ciudadanos del mundo siguieran esas tres palabras… Estoy seguro que si fuera así, no habría guerras, desacuerdos, peleas ni nada”, aseguró Escalante.
Pese a sus 64 años de servicio, don Álvaro tiene muy presente la manera “no tan lícita” en que se enlistó al Benemérito Cuerpo de Bomberos siendo menor de edad.
“Desde que me acuerdo, me preguntaban que qué quería ser y yo decía que bombero. Entonces un primo mío me dijo que si quería ser y yo acepté ser voluntario, llené unos papeles y ahí mismo nos pusimos de acuerdo hasta cierto punto… Cuando me preguntó la edad, me dijo: -no me digás que no tenés 18-, en ese momento tenía los 17 años recién cumplidos, pero como él era el primer Comandante, lo logramos. Me dio un uniforme que era un casco usado y un suéter que se usaba en ese tiempo de puro algodón importado de Inglaterra. Yo me sentía el hombre más feliz del mundo”, recordó.
Escalante, quien ahora trabaja como miembro de la Junta Directiva de Bomberos, entre risas rememoró su primera salida ejerciendo, ya que en esa ocasión se convirtió en “víctima” de esas bromas que se les dan a los “novatos”.
Después de eso no, don Álvaro volvió a caer, pero recordó otro chasco cuando funcionaba la “Peni” que ahora es el Museo de los Niños.
“Los incendios en las cárceles eran comunes, se daban mucho porque los reos quemaban madera. Resulta que varias veces prendían fuego y le lanzaban a uno unos tarros en los que ellos hacían sus necesidades; ya con mi experiencia me cuidé de que no me lanzaran, pero a los compañeros los bañaban a como fuera”, dijo.
Según Escalante, en esos tiempos los bomberos aprendían “empíricamente”. “Todo lo apagábamos a puro balde de agua”, aseguró el vecino de Curridabat y quien es padre de dos hijos que también son bomberos.
En tantos años de servicio, don Álvaro agradece que nunca ha sufrido alguna lesión seria; solo una ocasión en la que quebró un vidrio y requirió puntadas. Y en esa trayectoria recuerda en especial varios siniestros.
“De los más complicados fueron en una fábrica en Alajuela que se llamaba Aceites y Brazas, era una de las más grandes en el país, también el que ocurrió en el antiguo teatro Raventós, en la Avenida Central, o el de La Gloria en 1976. Fueron incendios devastadores y complicados”, describió. De hecho, de ese último tiene fotografías en las que el foco se centra en él mientras intentaba apagar el fuego.
De acuerdo con don Álvaro, la valentía de los bomberos pasa a segundo plano cuando de niños fallecidos en siniestros se trata. Eso y cuando muere alguno de sus compañeros mientras luchan contra las llamas, es lo más duro de su profesión aseguró.
De hecho, su mejor amigo falleció luego de que atendieron una emergencia.
“Acá tenemos una hermandad, somos una familia. Mi mejor amigo era compañero voluntario y murió no atendiendo un incendio, sino que cuando salió le dio un infarto, murió a la par del suceso”, recordó consternado aún.
Esta labor también significa sacrificios y es la familia la que se lleva la peor parte.
“Más de una vez estuve bien vestido en alguna cena de fin de año y me he tenido que levantar para irme a atender una emergencia y regresar oliendo a humo. Pero mi esposa ya sabía lo que esto significaba; si un día viendo fotos en la oficina me encontré una de ella en uno de los camiones cuando tenía 15 años, éramos novios en ese entonces”, agregó.
Don Álvaro será uno de los bomberos que encabezará el desfile del Festival de la Luz, gracias a que se designó al Benemérito Cuerpo de Bomberos como mariscal.